lunes, 25 de junio de 2012

In eis omnibus vestigium impressit





Ciertamente estos son malos tiempos, pero no debemos desesperar. Para quienes creen que no hay posibilidad de alcanzar el bienestar y llevar una existencia feliz, sin duda, la vida será dura en todas sus etapas. Pero a quienes consiguen todos los bienes en sí mismos, no les puede parecer malo lo que la exigencia de la naturaleza traiga. Así lo aprendí en mis primeras lecturas, en aquella lejana infancia en la hermosa Arpino, la de las muchas colinas. Así lo he observado ya, desde mi inmortal retiro, tantos siglos después de mi muerte. 

No hay nada hecho por la mano del hombre que tarde o temprano el tiempo no destruya. Y aunque el tiempo se haya llevado aquellos imperios y haya traído estos otros, nunca dejará de asombrarme el modo en que mis palabras, y las de tantos otros que hablaron antes que yo o poco después, resuenan como el eco de la eternidad en las mismas formas en que antaño las escribimos, en el mismo lenguaje que, aún hoy, pervive en algunos libros y en algunas mentes.

Entre todas las personas que han transmitido su amor por aquella perdida cultura, hay una que hoy cede en su labor al paso del tiempo implacable, para mi desgracia y la de mis contemporáneos. Si en verdad el hombre es como los vinos, que el tiempo agria a los malos y mejora a los buenos, esta persona ha alcanzado una bondad extrema y merecería ser alabada por todos. Es cierto, nuestra conciencia ha de tener más peso para nosotros que la opinión de todo el mundo, pero hoy es un día especial: hoy es el día en que yo seré su abogado defensor, como ella lo fue de mí en incontables ocasiones.

Una cosa es saber y otra saber enseñar. Para lo primero es necesaria la curiosidad; para lo segundo, el talento. Ella era una niña curiosa, como yo en Arpino, cuando descubrió que el latín y el griego eran el vehículo de una verdad olvidada, y a ambos decidió entregar su talento. Estudió con interés y con entusiasmo, y frente a aquella multitud que la acusaba de desvaríos y locuras ella se mantuvo firme y soportó estoicamente, con su vocación como único escudo. ¿Hasta cuándo, Mari Cruz, abusaron de tu paciencia? Sólo ella lo sabe, como sólo ella es consciente de su tenacidad, de esos esfuerzos que poco a poco tuvieron recompensa primero en la Universidad y luego al fin, tras unas duras oposiciones, en sus primeras clases.

Las raíces del estudio son amargas; los frutos, dulces. Así lo aprendieron sus alumnos en Colmenar o en la Elipa, a los que esta profesora trató por todos los medios de inculcar su pasión por el latín y el griego, por una cultura clásica en franca retirada ante los desmanes de unos jueces ciegos que antepusieron la moneda al conocimiento. Y ella, como en el pasado, se mantuvo firme y soportó estoicamente. También defendía, como yo, que el que enseña el camino al que va errado, luz en su luz le enciende y a él le alumbra habiéndola comunicado.

Así pasaron los años, al calor de esa lucerna clásica, y en verdad fueron años dichosos, como lo fueron los viajes al portal del tiempo de Segóbriga, donde revivía el espíritu vengador de Medea o la sonrisa de Lisístrata, o aquel otro viaje a mi patria, donde en aquel mismo foro de mi infortunio tuvo nuevamente un recuerdo para mí, unas palabras de respeto y cariño que aún hoy resuenan en mis oídos.

Sus alumnos y compañeros de profesión extrañarán igualmente su paciencia y su magisterio. En todos ellos dejó su impronta, pues a todos ellos contagió su ilusión y su alegría; a todos ellos obsequió con su amistad durante largos años y durante largos años, por tanto, permanecerá en su recuerdo. Así me ocurrió a mí, así veo que le sucede a ella: la edad es llevadera si se defiende a sí misma, si conserva su derecho, si no está sometida a nadie, si hasta su último momento el hombre es respetado entre los suyos. Como en el adolescente hay algo de senil, también en el hombre mayor hay algo de adolescente, lo reconozco. Quien siga esta norma podrá ser anciano de cuerpo pero no de espíritu.

Tiempo es ya de dar fin a este discurso y de celebrar una despedida llena de gratitud a una labor siempre atenta y rigurosa que, con el paso del tiempo, no hizo sino ganar experiencia y valor. La vida va transcurriendo sin darse uno cuenta, sin duda, pero no se quiebra de repente: la lámpara de la vida se va extinguiendo poco a poco, día y noche. Siempre ha sido necesario un final, y como sucede en los brotes de los árboles y en los frutos de la tierra, tras su madurez oportuna, el sabio debe aceptar también con serenidad su propio final. Así me ocurrió a mí, así veo que le sucede a ella. O tempora, o mores.

M.T.C.

jueves, 21 de junio de 2012

Top 14 Videojuegos Nueva Generación: Wii fit



  Precisamente a colación de la entrada anterior, me gustaría llamar la atención sobre un juego que a mí, sinceramente, me dejó con la boca abierta en su momento. A diferencia de los anteriores juegos del top 20 contemporáneo, en su mayoría aventuras en tercera persona con un gran despliegue de potencia (es mi género favorito, qué le voy a hacer), aquí no hay un gran argumento, unos gráficos para echarse a temblar ni nada parecido. Wii fit ofrece una experiencia de juego que sencillamente nunca antes se había ofrecido en un sistema de videojuegos, y que lo puede realizar cualquier miembro de la familia, no solo el hijo adolescente.



La mecánica del juego es muy adictiva. En primer lugar, requiere de un periférico llamado Wii board, una tabla que se sitúa sobre el suelo y que sirve por igual como báscula o step, al modo de las de un gimnasio. El programa nos abre un calendario, nos mide y pesa, calcula nuestro índice de masa corporal y nos sugiere actividades, al tiempo que nos da consejos sobre nuestra posición, centro de gravedad, etc. A partir de ahí, se abre un menú repleto de minijuegos a cuál más original y divertido, desde un simulador de boxeo pasando por clases de danza, flexiones, equilibrio, carreras, agilidad… la lista es inagotable. Todo ello está realizado con la particular estética de los miis, los avatares del universo de Nintendo que reproducen la imagen de los usuarios de una forma simpática y eficaz. Y por si todo esto fuera poco, el programa sigue nuestra progresión y nos anima a dedicarle un tiempo breve y diario para sacarle el máximo partido y mejorar nuestro estado de forma.


Sí, entiendo que a todo esto se le pueden poner notables objeciones, y hay más de un crítico que ha puesto en tela de juicio su efectividad real para perder peso, por ejemplo. Creo que olvidamos, una vez más, que Wii fit no está pensado para sustituir a una actividad deportiva normal, sino como complemento dentro de una vida más saludable. Y en ese sentido, y precisamente porque se adapta a cualquier tipo de usuario, su propuesta me parece tan encomiable como bienvenida. Es un soplo de aire fresco entre tanto disparo, tanto zombi y tanto nazi malvado con ganas de dominar el mundo, una de las cumbres de esta séptima generación que demuestra, junto con el también excelente Wii Sports, por qué la Nintendo Wii ha sido la gran triunfadora de esta generación de consolas. La detección de movimiento del título es muy buena, y tanto en las actividades que requieren de la tabla como aquellas que se desarrollan únicamente con el mando, nos encontramos ante un generador de ocio activo de primer nivel realmente original, que a fin de cuentas es lo que se busca. Todo un acierto por parte de Nintendo.

miércoles, 20 de junio de 2012

Cuando las ideas eran tesoros




Hace poco se celebró en los Ángeles el E3, la feria de los videojuegos por excelencia. Coincidiendo con el auge de este sector del entretenimiento, esta feria ha ido ganando una notoriedad antes reservada a los eventos que se realizaban en Japón, antigua cuna de la industria. Fue en el E3 de 1995 donde se pudo ver por primera vez en funcionamiento las primeras grandes máquinas en 3D, como la Playstation o la Nintendo 64, o donde se anticiparon juegos claves en la historia de los videojuegos, como Zelda 64, Metal Gear Solid o Final Fantasy VII. Fue también ahí, en 2004, cuando apareció una consola llamada Wii que al principio provocó tanto estupor como escepticismo.

Más de ocho años después de aquello, la victoria de Nintendo no puede sino calificarse de apabullante. No es solo que su máquina haya sido la más vendida de la séptima generación (suma más que sus dos competidoras juntas), tanto en la variante de sobremesa como en la portátil, sino que ha abierto el sector a públicos como el femenino, el adulto e incluso la tercera edad, algo que parecía imposible. Su propuesta de juego, basada en la detección de movimiento, fue tan innovadora que poco les costó a Microsoft y, especialmente, a Sony, copiarla descaradamente con sus fallidos sistemas Kinect y Move.

El elemento fundamental que explica el éxito de Wii y DS es que ampliaron el abanico de posibilidades como nunca antes había hecho un sistema de videojuegos. Por supuesto, aportaron actualizaciones de juegos clásicos que son auténticas obras de arte, como Super Mario Galaxy, New Super Mario Bros DS o Zelda: Skyward Sword, pero además añadieron juegos tan renovadores para el sector como Wii Sports, Brain Trainning o Wii Fit, iniciativas que eran impensables en anteriores generaciones y que justifican por sí solos la compra de la consola.

Pues bien, el año pasado Nintendo ya dio pistas de por dónde iría su siguiente paso evolutivo, y aquello no pudo ser más decepcionante. Resulta que, lejos de reinventarse con una máquina que vuelva a revolucionar el sector, la gente de Nintendo ha decidido sacar una Wii 2.0 (su nombre, Wii U, lo dice todo), que consiste básicamente en una actualización de 2012 de su sistema, con más potencia gráfica y una especie de IPad que funciona como mando (con su pantalla táctil y todo), siendo compatible con los mandos de control y todo el catálogo de juegos de Wii.

Digo que todo esto me parece decepcionante porque supone, en la práctica, que vamos a estar jugando a lo mismo y de la misma forma durante los próximos cinco o seis años, que es lo que dura más o menos la vida de una consola. Evidentemente se agradece la mejora en la potencia y la inclusión de la alta definición, uno de los pocos fallos de una Wii que iba siempre por detrás de Play3 y Xbox-360, y que explica la ausencia de las grandes franquicia multiplataforma, como Assassin’s Creed, Mass Effect o GTA. No obstante, hay un detalle que es preciso recordar y que afecta seriamente a la visión de futuro de Nintendo: por mucho que ahora presuman de potencia (que en el fondo no es para tanto), cuando Sony y Microsoft den a conocer sus sistemas de octava generación (casi con toda seguridad en el próximo E3) ocurrirá que Wii U volverá a estar varios abismos técnicos por detrás, porque este sistema es comparable técnicamente con una consola de séptima generación. Es decir, volveremos a vivir la misma situación que Wii sufrió desde su lanzamiento.

Y por si todo esto fuera poco, Nintendo ha decidido cometer el mismo error de 3DS, es decir, una línea de lanzamientos paupérrima. No puede ser que un nuevo sistema de sobremesa se estrene con un New Super Mario Bros (un plataformas 2-D de toda la vida, calcado a su versión de Wii, y que es un Mario menor se mire por donde se mire), y que la gran esperanza sea Pikmin 3, secuela de uno de los más sonoros fracasos de Gamecube que, para colmo, ni siquiera está previsto que salga hasta dos o tres meses después del sistema. Ni rastro de Zeldas, Marios o Metroids.

Respecto a las third-parties, sí, es verdad que también aparecen Batman: Arkham City, Mass Effect 3 o Assassin’s Creed III, pero los dos primeros llevan ya 12 y 9 meses en el mercado (y los juegos de Wii U son versiones idénticas a las de PS3 y Xbox-360), y el tercero llevará 3 meses en el mercado para cuando salga en Wii U. No hay, por tanto, ningún argumento convincente para comprar la consola porque ofrezca algo distinto al resto, o ni tan siquiera algo innovador, algo doloroso viniendo de una compañía que se precia de ser la "Apple" de los videojuegos.

Pero si lo de Nintendo es para echarse a llorar, más pena aún da Microsoft. Al margen de no haber dado novedad alguna sobre su nueva consola, su oferta para el próximo curso es básicamente dar más de lo mismo: Halo 4, Gear of Wars Judgement, el enésimo FIFA y pare usted de contar. Al menos Sony ofrece algún que otro aliciente, como los más que prometedores The Last of Us (del equipo responsable de la saga Uncharted) y Beyond Two Souls (de los creadores de Heavy Rain), nuevas franquicias que aportan novedad y frescura a un catálogo saturado, en general, de infinitas secuelas que poco o nada tienen que aportar al original.

Definitivamente, la séptima generación está en las últimas, y lo peor es que la situación económica general ha vuelto al sector aún más conservador de lo que ya es, en todos los sentidos. Una lástima, teniendo en cuenta que esta industria antes se movía impulsada por grandes ideas y ahora únicamente se impulsa por grandes intereses económicos. Y ese no es el tesoro auténtico, señores desarrolladores. Ese no es.

viernes, 15 de junio de 2012

La serie del mes (6): Juego de tronos



Cuentan que en la ceremonia de los Oscars de 2004, Steven Spielberg se encontró con varios actores de la película El retorno del rey, que aquella noche igualó la histórica marca de los 11 premios conseguida por Ben-Hur y Titanic.  Antes de arrasar en la gala, Spielberg les dio las gracias de todo corazón por haber conseguido que un género tan denostado como la épica de fantasía obtuviera, al fin, el reconocimiento que se merecía con un producto de tantísima calidad como aquél. Muchas puertas se abrirían, en palabras del rey Midas de Hollywood, gracias a aquella senda iniciada por los Hobbits.

Pensé en ello cuando vi el episodio piloto de Juego de Tronos, serie que la HBO estrenó en la primavera de 2011, y que hace escasas semanas ha puesto final a su segunda (y magnífica) temporada. Y es que, seguramente, de no haber sido por el precedente de las adaptaciones de Tolkien, las novelas del señor George R. Martin no habrían visto luz verde para su conversión a imagen real.

La propuesta era arriesgada, porque su premisa es menos “comercial” que el texto de Tolkien: la historia está situada en una remota época medieval, donde una decena de personajes principales se disputan, en distintas tramas y con diferentes ambientaciones, el poder de los llamados Siete Reinos. Todos los protagonistas pertenecen a diferentes familias de gran tradición (los Stark, los Lannister, los Baratheon, Targaryen, etc…), cada una de las cuales controla, a su vez, determinadas zonas del vasto territorio en el que se ambienta la trama. No obstante, y lejos de lo que cabría esperar, aquí el protagonismo no lo tienen las batallas y la sangre (que algo de eso hay), sino las intrigas palaciegas, las tramas conspiratorias y todos los tejemanejes de un relato donde la traición aguarda tras cada esquina.

La profusión de tramas y personajes puede resultar abrumadora (y eso que las novelas tienen aún más, aviso), pero todo se desarrolla de un modo tan natural que llega un punto en que el espectador se acostumbra al constante vaivén. Esto favorece la intriga en el sentido de que cualquier personaje puede conocer la muerte en cualquier momento, a diferencia de la trama de Tolkien, donde uno podía prever los puntos básicos de la trama con escaso margen de error. Juego de tronos no posee la espectacularidad ni los medios de las películas de Peter Jackson, eso es evidente, pero en su medio televisivo se desenvuelve con una soltura sobresaliente, y cuenta con unos actores y unos guiones solventes y eficaces que mantienen el interés siempre por todo lo alto.

La primera temporada narra los avatares del rey de los Siete Reinos, Robert Baratheon. En la necesidad de encontrar una nueva “mano del rey”, algo así como un primer ministro, contacta con su viejo amigo Ned Stark (impresionante, Sean Bean). Esto implica que el señor de Invernalia debe abandonar a su numeroso clan para partir a la capital del sur, donde toda una caterva de venenosos políticos y timadores pondrá en peligro su noble intención. Mientras tanto, y muy lejos de allí, los destronados hermanos Targaryen tratan de reconquistar su poder con matrimonios de conveniencia con la poderosa tribu Dothraki. Un tremendo Jason Monoa como el líder Khal Drogoh copa el protagonismo de esta segunda trama, que termina con unos fabulosos dragones augurando grandes eventos futuros.

Mis temores respecto a la segunda temporada concernían, precisamente (atención, spoiler) a las muertes de Ned Stark y Khal Drogoh. Era tal su peso durante toda la temporada que tenía serias dudas de que la trama pudiera rehacerse en condiciones y mantener mi interés más allá de las exequias por la desaparición de los dos líderes. Y debo decir que, aunque al principio me costó acostumbrarme al nuevo rol de muchos secundarios de la primera temporada, las distintas tramas fueron desarrollándose gracias a dos pilares básicos: Tyrion Lannister, el inteligente enano que ya en la primera temporada se convertía en un auténtico “robaplanos” (q, siempre y cuando el nivel siga siendo tan soberbio,vida al trono de hierro.nte de calidad e intere su ambientaciy se convierteué descubrimiento, el tal Peter Dinklage), convertido ahora en una genial "Mano del rey", y por otro lado la excelente Arya Stark, hija de Ned, que con su trama de falsa copera del patriarca de los Lannister logra mantener la tensión de un modo soberbio. Mención especial para el noveno capítulo de la segunda temporada, que narra la batalla en la capital, Desembarco del Rey, y que es uno de los mejores capítulos de serie que he visto jamás, todo un prodigio narrativo a la altura de los grandes combates épicos cinematográficos.

Juego de tronos es una serie sencillamente magistral, y esperemos de verdad que siga así. Al margen de su más que conseguida ambientación y sus excelentes actores secundarios (Lena Headey como Cersei Lannister es un auténtico lujo), la serie tiene fuerza, diálogos vibrantes y un ritmo poderoso. Sus puntos de giro son acertados y suelen dosificarse con bastante criterio, y se convierte en todo un ejemplo de cómo sacar partido a un presupuesto relativamente modesto para dotar a la serie de aires de verdadera superproducción. A eso suma una banda sonora excepcional (qué títulos de crédito tan fenomenales, por cierto), y el apoyo en todo momento del autor de las novelas, encantado de que su eterno proyecto haya alcanzado al fin el reconocimiento que merece.

En suma, no conozco una serie que en la actualidad mantenga un nivel tan alto y tan constante de calidad e interés, y por ello no me extraña que se haya convertido en un éxito de crítica y público (es la serie más descargada hoy en día, superando en ocasiones los registros de la todopoderosa Perdidos), porque sencillamente no hay nada mejor. Larga vida, pues, al trono de hierro y, siempre y cuando el nivel siga siendo tan soberbio, que sea por muchos años.

domingo, 10 de junio de 2012

Pan y circo




Hoy es un día realmente triste para este país. Ayer se produjo una de las intervenciones más sangrantes y dolorosas, aquella que tanto temíamos, por parte de la Unión Europea. El rescate del eurogrupo a España supone, en la práctica, la pérdida de control ni más ni menos que del sistema financiero, el puntal sobre el que se sostiene no solo la economía sino todos y cada uno de los resortes sociales que dependen de él. Esto es lo que el anterior presidente del gobierno y el actual llevan intentando impedir desde hace años, y especialmente en unos últimos meses en que nuestros bancos y cajas de ahorro han hecho aguas por todas partes, mientras la prima de riesgo se disparaba y la bolsa caía cada día un poco más hasta llegar a niveles de hace décadas.

No lo han conseguido. El rescate supone un auténtico fracaso de nuestro país, se mire como se mire y lo pinte como lo pinte el presidente, su ministro de economía y toda la caverna mediática que les acompaña. Esto no es un logro, no es una ayuda, no es una refinanciación inocente. Basta ya de eufemismos y de mentiras. Cien mil millones de euros (¡cien mil!) es una cifra astronómica que supera con creces los presagios más lúgubres, y supone una fortuna que el reino de España avala y, por tanto, tendrá que pagar. Es decir, exactamente igual que le ocurre a Grecia, Portugal o Irlanda tras sus rescates. Dejemos de poner paños calientes a lo que no tiene más nombre que el que tiene. 

Respecto al presidente del gobierno, puede que su conciencia esté tranquilísima (acabo de ver su conferencia de prensa y el señor está más relajado que su estatua del museo de cera), pero su actitud resulta sencillamente inadmisible. No puede ser que ayer no fuera capaz de dar la cara y enviase al inefable Guindos a soltar memeces por televisión y a negar las evidencias una y otra vez. Tuvimos que enterarnos por un teletipo de la agencia Reuters de que se iba a producir el rescate, mientras el gobierno lo negaba el viernes con una persistencia inaguantable. A Berlín tenemos que ir hoy para saber qué ocurre en España, porque desde luego carecemos de información fiable dentro de nuestras fronteras. Y mientras tanto, Rajoy tan feliz y sonriente, diciendo barbaridades como que esto de la "ayuda financiera" será magnífico para nuestra economía, que es un gran logro para nuestro país porque ahora va a fluir el crédito cosa fina y que como ya está todo arreglado, se va al fútbol a ver a España mientras este país se pudre. Así. Con sus dos cojones. Lean la cita, que no tiene desperdicio: "Me voy a la Eurocopa porque se ha resuelto la situación, la pena es que me perderé el partido de Nadal".

Porque no se preocupe nadie, que aquí mañana no va a hablar nadie acerca de la economía, de cómo demonios vamos a devolver (y con qué intereses) el "préstamo" europeo o de cómo diablos vamos a reconstruir nuestro país cuando ahora, ya sí que sí, las normas vienen dictadas sin ningún tipo de tapujos desde Bruselas. No, mañana aquí se hablará de Iniesta, Silva, Nadal y de la madre que los trajo a todos, con perdón para ellos porque no tienen culpa de esta infame manipulación. 


Y usted disfrute del partido, señor Rajoy, y siga con su estrategia del pan y circo, que aquí nos tendrá a todos aborregados y dóciles para decirle que sí a todo y aplaudirle por el ingenio, labia y capacidad de liderazgo que nos demuestra día a día, y que tan buenos frutos nos está dando. Y aúpa España, que es lo que importa.

jueves, 7 de junio de 2012

Jugando con fuego


Estos días se está celebrando la selectividad en un buen número de universidades españolas. Es frecuente ver por ellas o en la televisión a estudiantes estresados, casi histéricos, con el miedo en el cuerpo frente a un examen que juzgan decisivo en sus vidas y por ello tan temido como, en el fondo, inofensivo. Más del 93% de los alumnos evaluados el curso pasado aprobaron dicho examen (otra cosa es que sacaran la nota deseada para tal o cual grado), lo que relativiza bastante el impacto de esta prueba.

Resulta reconfortante, en cualquier caso, escuchar las palabras de muchos de estos jóvenes acerca de la importancia de su futuro, especialmente la de un chico que deseaba hacer medicina y que afirmaba que, en los tiempos que corren, cualquier nota es poca y cualquier esfuerzo resulta pequeño, por lo que tanto en ese examen como en los que seguro le esperan debía dar el 120% de sí mismo si quería salir adelante, como era su deseo y el de todos.

Digo esto porque tengo comprobado, y no solo en el centro donde trabajo, que está cundiendo entre los alumnos y no pocos padres la idea de que en el fondo estudiar no sirve para nada y que, con la crisis que tenemos encima, da igual estudiar mucho o poco porque gente con dos carreras y un master se está muriendo de hambre.

Espero, por el bien de todos los afectados, que este virus pase pronto y recuperen la cordura. De la población juvenil en paro, que en este momento alcanza cotas dramáticas en nuestro país, no hay más afectados precisamente que aquellos que menos estudios tienen. Más de un 60%, según las encuestas de población activa, se corresponde con jóvenes que no tienen estudios universitarios ni de formación profesional. Evidentemente que hacer un grado o un curso de FP no garantiza el trabajo (ahora mismo ni siquiera gente con 20 años de experiencia laboral lo tiene), pero sería muy peligroso que se extendiera esa idea, mezcla de indiferencia y derrotismo agónico, porque los mayores perjudicados van a ser precisamente esos que escogen el camino de no hacer nada porque no hay nada que hacer.

Como muy bien señalaba el alumno entrevistado antes de su examen de selectividad, es ahora más que nunca cuando la formación resulta esencial. Destacar en un mercado laboral competitivo y en crisis va a exigir a las siguientes generaciones un esfuerzo extra que bajo ningún concepto puede quedar sepultado por el peso de la ignorancia y la resignación. Mal está que las autoridades, con el nefasto Wert a la cabeza, hagan lo indecible por defenestrar nuestro sistema educativo; ahora bien, que de ahí pasemos a que sean las propias familias las que anulen el valor de la educación de sus hijos, eso es algo que no debemos, que no podemos permitir. Estamos jugando con fuego.